21 de enero de 2011

LA MONEDA


             Ella no se caso, no quiso pagar el precio de un abrazo
en la noche fría, no quiso que sus pies se calentaran con el
tibio calor humano, ella no permitió que su ser generará
vida, ni desayunar todas las mañanas acompañada, ella no
quiso compartir el closet, arrimar las zapatillas y bajar la
tapa del escusado;  Llamó mi atención por la lastima
generalizada que se utiliza al referirse a la cuentacuentos,
mi rostro fascinado no podía creerlo, un ser con tal luz no
me inspiraba la lástima que los demás tenían, su casa es la
más limpia,  su aspecto el mejor cuidado,  su jardín el más
hermoso,  su nido el mas alegre, en las noches solía llenarse
de vocecillas  que  impacientemente tocaban su puerta para
que un mar de fantasía llenará su cabecita de mil preguntas,
de mil respuestas, de mil cuentos que las luciérnagas del
campo le llevaban  y al abrir su puerta un aroma a galleta
recién horneada inundaba la calle,  algunas veces se le veía
caminando sola o sentada a la orilla del rio leyendo viejos
libros que no soltaba hasta que sus cansados ojos no
lograban distinguir las minúsculas letras, siempre provoco
mi curiosidad quería entrar en carrera como aquellos niños
a su casa, preguntarle por qué ese afán de contradecir a los
que criticaban su soledad, una noche por fin develo su
secreto y me dijo: alguna tarde de verano  una tormenta 
cayó en mi playa, mis ojos se inundaban por olas voraces
que pretendían escapar de tan pequeños orificios,  mis pies
corrían presuroso  buscando paz,  y el corazón tenia rachas
que superan los 200 km/h,  quería deshacer con mis
lagrimas,  esa sal de la vida que algunas veces nos arruina
el banquete y hace del estomago  un caos, esa tarde concluí
(me dijo): que  la vida tiene un precio, la moneda tú la elijes,
no sé si por libre elección o por destino las complicadas ramas de
la vida impiden definir la precisión de ellas pues siempre
van ligadas, esa tarde una luciérnaga alumbro mi futuro y
me susurro que la vida no solo tiene un camino que también
a vemos almas solitarias que necesitamos más espacio del
habitual, que necesitamos toda la cama para estirar los pies, y
requierimos el ruido de la soledad, que reducimos el proceso vital
de: nacer, reproducirse y morir;  el no seguir las reglas no
siempre es malo,  yo asumí las consecuencias de mi libertad
y desde entonces decidí compartir mi vida con las
luciérnagas de mi soledad, mi vida no es más feliz o infeliz
que las demás mujeres que pagaron la compañía con la
moneda de la libertad.


1 comentario: